Estudios indican que el consumo de bebidas con gas puede producir saciedad, que ayuda a mitigar el apetito

Según las conclusiones presentadas en la “Semana de las Enfermedades Digestivas” organizada por la Sociedad Española de Patología Digestiva (SEDP).

– La investigación, que recoge una exhaustiva revisión de los estudios realizados hasta el momento, concluye que no existe evidencia científica que asocie directamente el consumo de bebidas carbonatadas y un mayor riesgo de afecciones gastrointestinales.

– Los autores señalan que algunas recomendaciones que se han hecho para que las bebidas con gas no se incluyan dentro de un estilo de vida saludable a partir de una alimentación equilibrada, variada y moderada, están basadas en argumentos que no están contrastados y, por tanto, “deberían ser reevaluadas”.

– Las bebidas carbonatadas nacieron a finales del siglo XVIII en Inglaterra. Muchas de las primeras –como las sodas, aguas de selz, tónicas, sifones y otros refrescos de sabores- se elaboraban en las farmacias y se utilizaban para tratar pequeñas afecciones y malestares estomacales.

– El anhídrido carbónico o CO2 es un gas presente en la naturaleza, inocuo y sin calorías. En las bebidas actúa como conservante, proporciona efervescencia e intensifica el sabor, el aroma y da acidez a la bebida.

Santiago de Compostela, junio de 2010.- Las consecuencias de la carbonatación se han convertido en el centro de atención en la última década, incluyendo algunas ideas falsas. Y una de las más extendidas es que las bebidas con gas engordan más que la que no lo tienen. Esto no sólo no es cierto, ya que el anhídrido carbónico es un gas que no aporta ninguna caloría, sino que, según evidencian estudios clínicos, tiene un efecto saciante que puede contribuir a mitigar el apetito y, en consecuencia, controlar el peso.

Ésta es una de las muchas conclusiones que se recogen en la revisión bibliográfica presentada por el Dr. Ronnie Fass, de la Universidad de Arizona (Estados Unidos) en su conferencia “La función de las bebidas carbonatadas en el sistema gastrointestinal”. La presentación se enmarca dentro de la “Semana de las Enfermedades Digestivas” organizada por la Sociedad Española de Patología Digestiva (SEPD) y celebrada en Santiago de Compostela recientemente.

El anhídrido carbónico es un gas presente en la naturaleza y que producimos los seres humanos al respirar. En las bebidas actúa como conservante, potencia el sabor y genera un efecto de efervescencia. Sin embargo, son muchos los falsos mitos y la información errónea en torno al carbónico. Así, algunas voces han buscado posibles relaciones directas entre el consumo de bebidas con gas y un mayor número de episodios de reflujo gástrico, ardor de estómago, alteraciones del pH del esófago o aceleración del vaciado gástrico. Tras analizar en profundidad todas las referencias, los investigadores indican que “los resultados de los estudios que existen actualmente no demuestran que exista una relación directa entre el consumo de bebidas carbonatadas y alteraciones gastrointestinales”. Además, apuntan a otros potenciales beneficios del consumo de bebidas carbonatadas e, incluso, relaciones inversas en cuanto a índices de prevalencia de algunas afecciones.

Por todo ello, los autores señalan que, a partir de conclusiones no contrastadas se han hecho recomendaciones para que las bebidas con gas no se incluyan dentro de un estilo de vida saludable y una alimentación equilibrada, variada y moderada, están basadas en argumentos que no están contrastados y, por tanto, “deberían ser reevaluadas”.

EL gas en las bebidas

La utilización del gas para la carbonatación de las bebidas y generar su característica efervescencia tiene su origen en Inglaterra, a finales del siglo XVIII y está muy asociado a los refrescos. Muchas de estas primeras bebidas carbonatadas –sodas, aguas de selz, tónicas, refrescos de distintos sabores, etc.- nacieron en las farmacias y se utilizaban para tratar pequeñas afecciones y malestares estomacales.

El CO2 o anhídrido carbónico además de ser conservante y antioxidante –lo que contribuye a mantener la bebida en las mejores condiciones- tiene una función organoléptica, es decir, contribuye a intensificar el sabor, el aroma y la acidez de la bebida, y le aporta sus populares “burbujas”.

La mayor parte del gas no llega al estómago ya que se pierde al abrir el envase y el resto se absorberse rápidamente a través de las paredes del sistema gastrointestinal.

El anhídrido carbónico se añade bajo presión al final del proceso de fabricación de la bebida, justo antes del envasado, siguiendo unos mecanismos de control. Se conserva en forma líquida, se pasa por medio de un filtro a un enfriador o carbonatador por el que también pasa el preparado de la bebida, y posteriormente se pasteuriza.

El agua y el anhídrido carbónico, al reaccionar, producen ácido carbónico (creando una base similar al agua carbonatada mineral, que brota del suelo de forma natural). El gas se vuelve más soluble con la presión y eso hace que las bebidas tengan esa característica efervescencia. Por eso, cuando se abre la lata o se destapa una botella, se oye un sonido burbujeante generado por el leve escape de este gas, que se produce por el cambio de presión.

Fuente: www.noticiasmedicas.es

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