Muy interesante: 25 claves para adelgazar

 

Contrariamente a lo que se piensa, ser gordo o delgado no es sólo una cuestión de voluntad. Los recientes hallazgos genéticos confirman que la herencia determina en gran medida la aparición de la obesidad, un trastorno cada vez más frecuente en los países ricos. Perder los kilos de más, ya sea por motivos de salud o puramente estéticos, se ha convertido en una obsesión casi mundial. Los científicos nos dan las pautas para controlar nuestra silueta, que detallamos en nuestros blocks temáticos de salud y estética Ponteapunto.net y Obesidad-Celulitis.com; entre otros.

 

1. ¿Es hereditaria la gordura?

Jeffrey Friedman y sus colegas del Instituto Médico Howard Hughes, de la Universidad Rockefeller, en Estados Unidos, han dado caza a un gen que, en su versión mutante, causa una severa obesidad hereditaria en ratones. El equipo de Friedman ha descubierto además que existe uno similar en el tejido adiposo humano, el lugar donde se almacenan las grasas. Ahora bien, los científicos desconocen si las alteraciones en este fragmento de material hereditario -o sea, de ADN- son frecuentes en el hombre y si juegan un papel importante en la aparición de la obesidad.

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La cosa se complica si se tiene en cuenta que, al menos, existen 20 genes implicados en la godura. Hace sólo dos décadas se decía entre los médicos que “los gordos suelen tener perros gordos, por lo que es evidente que la explicación no es genética”. Estaban muy equivocados: se ha demostrado que si los dos padres presentan sobrepeso, el 80 por 100 de los hijos lo padecerán.

El segmento de ADN en cuestión, conocido como gen ob, ha sido aislado del cromosoma 6 de una estirpe mutante de ratones que surgió espontáneamente en el Laboratorio Jackson, en Bar Harbor (Maine), en 1950. Estos roedores llegan a pesar tres veces más que los normales y desarrollan un tipo de diabetes parecida a la no insulinodependiente o de tipo II, que generalmente afecta a las personas ancianas. Los trabajos efectuados durante dos décadas por Douglas Coleman, del laboratorio antes citado, apuntaban a que los ratones mutantes habían perdido una hormona que regula la gordura. Pero ¿cuál? ¿Se trata acaso de la misma que sintetiza el gen ob?

 

Los expertos coinciden en afirmar que lo que se ha bautizado como el gen de la obesidad debería llamarse el gen de la saciedad. Los roedores portadores de la versión mutante presentan un voraz apetito y tardan mucho más tiempo en sentirse llenos. Esta insatisfacción podría deberse a que el gen ob está inactivo, por lo que no produciría la hormona antiapetito que informa al hipotálamo -región del cerebro que contiene los centros de control del apetito- de que el cuerpo ha almacenado la suficiente grasa. También cabe la posibilidad de que sí se fabrique incluso en exceso, pero, al tratarse de un gen mutado, la hormona sería del todo inservible.

 

 

2. ¿Vivimos en una sociedad obesa?

 

En los paises desarrollados, la gordura se ha convertido en un fenómeno inquietante, debido a sus efectos perniciosos para la salud. Si se tiene en cuenta que una persona es obesa cuando más de un cuarto de su masa corporal está formada por grasa, entonces existen en el mundo unos 200 millones de gordos. De ellos, cinco millones viven en nuestro país. Pero la cifra no parece detenerse aquí.

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En el VII Congreso Internacional sobre la Obesidad, que se celebró a finales del año pasado en la ciudad canadiense de Toronto, los nutricionistas alertaron de que en la última década el número de personas con exceso de peso había aumentado un 30 por 100 en los países industrializados. Por ejemplo, en Estados Unidos, donde se estima que hay 58 millones de orondos, la población adulta ha ganado en los últimos diez años una media de 3,5 kilos por persona. Y lo que resulta aún más preocupante: el sobrepeso ha empezado a afectar a los niños.

 

Las causas concretas de la obesidad y de su alarmante avance son difíciles de concretar. La herencia y ciertos desajustes metabólicos, hormonales -como el déficit de estrógenos y hormonas tiroideas- y psicológicos -anoresia y bulimia- son algunos de los desencadenantes naturales del sobrepeso. También juegan un papel importantísimo el consumo desmedido de calorías, el abuso de comidas ricas en grasas, las llamadas dietas basura -pizzas, hamburguesas, precocinados- y la falta de ejercicio. Estos son unos hábitos adquiridos por la sociedad actual difíciles de combatir si se tiene en cuenta que, por poner un ejemplo, los niños estadounidenses son bombardeados anualmente con 10.000 anuncios de alimentos grasientos, salados y dulces.

 

 

3. ¿Quienes son los más gordos del mundo?

 

El sobrepeso es un problema frecuente en ciertos grupos étnicos. Entre ellos destacan los nativos del sudoeste americano, especialmente los indios pimas y papagos, y los habitantes de Samoa Occidental, donde el 76,8 por 100 de las mujeres son orondas. Por el contrario hay países, como Japón, en los que el índice de obesidad es muy bajo.

 

 

4. ¿Cuando empieza a estar gorda una persona?

 

A partir de la altura y el peso, se puede llegar a calcular cuál es el peso ideal. La tabla inferior, conocida como índice de la masa corporal o IMC, asigna a cada persona, leyendo de izquierda (altura) a derecha (peso), un número del 19 al 40. Por ejemplo, si usted mide 1,73 metros y pesa 64 kilos, su IMC es 27. Esto significa que presenta un cierto sobrepeso que podría no ser beneficioso para su salud. Lo ideal para todo el mundo sería que su índice no pasase de 25, según los expertos. Para calcular el índice de masa corporal, se utiliza la siguiente fórmula:

IMC = MASA (Kg) / ALTURA2

 

 

 

 

La normalidad en personas adultas está comprendida entre 18 y 25 de IMC, el sobrepeso entre 25 y 30, y se considera una persona con obesidad a partir de un IMC 30. Pero debemos tener en cuenta que no es un acto médico, a que no se tienen en cuenta otros factores importantes para diagnosticar la obesidad.

5. ¿Engordamos al envejecer?

 

A medida que envejecemos, y más concretamente a partir de los 30 años, decrece la actividad física y se desencadenan una serie de cambios hormonales que provocan una lenta pero imparable reducción de la masa magra muscular en beneficio de las grasas. Esto modera la actividad metabólica hasta el extremo de que los alimentos ingeridos se queman de forma menos eficiente. Incluso, durante el ejercicio se gastan menos calorías. El aumento de peso senil es algo superior en las mujeres que en los hombres.

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6. ¿Es peligroso que sobren kilos?

 

Esto depende de lo gordo que esté uno. En los países ricos, donde la población disfruta en general de una comida copiosa y sigue una vida sedentaria -los niños de hoy son un 40% menos activos que los de hace 10 años-, el sobrepeso va acompañado de un cúmulo de patologías que constituyen la principal causa de muerte.

 

La arteriosclerosis -es decir, la obstrucción y endurecimiento de las arterias-, la hipertensión, el infarto y la diabetes son el doble de frecuentes en los gordos. En ellos también se ceban la gota, los cálculos en la vesícula y el riñón, y, concretamente en las mujeres obesas, el cáncer de pecho y útero, los desajustes en la menstruación y la infertilidad.

 

Debido al sobrepeso que han de soportar, las articulaciones de carga, generalmente tobillos, rodillas y caderas, sufren más roturas, artrosis y otros daños. Cuando el obeso está tumbado, el peso de las vísceras y la grasa abdominal comprime el abdomen, lo que dificulta la respiración. Esta insuficiencia respiratoria puede provocar la aparición de la enfermedad de Pickwick o síndrome de las apneas del sueño, que llega a ser mortal. Además, los superobesos duermen inquietos y roncan. Luego, durante el día muestran una fatiga crónica.

 

Como consecuencia del injusto rechazo y la discriminación de la sociedad hacia los obesos, éstos también padecen a veces serios problemas psicológicos, como depresión y baja autoestima.

 

 

Las últimas investigaciones sugieren que una modesta pérdida de peso, que puede oscilar entre 10 y 20 kilos (o el 10% del peso corporal), basta para alejar el fantasma de estos males.

 

 

7. ¿Se trata de un trastorno psicológico?

 

“Pienso que estoy gordo, luego lo estoy”, no es una ecuación lógica. De todos los hombres y mujeres que siguen las dietas más peregrinas y se dejan el tipo en los centros de adelgazamiento para esculpir una figura ideal, sólo entre el 20 y 30% están realmente obesos. El resto son, en mayor o menor grado, víctimas de la imperante moda del culto al cuerpo.

 

“El desagrado por el aspecto físico debido al sobrepeso a veces esconde importantes aspectos psicológicos e incluso psicopatológicos”, dice Juan J. López-Ibor, jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital Ramón y Cajal, en Madrid. “El peso -añade- tiene una gran repercusión en la imagen y la vivencia del propio cuerpo, y la ingesta está influida por ambas”. A muchos jóvenes, el afán por conseguir una delgadez extrema les lleva a la anorexia nerviosa y, cuando pierden el control sobre su conducta alimentaria, a la bulimia. Los afectados por este trastorno, que podría estar causado por un desajuste cerebral en el metabolismo de la serotonina, llegan a devorar prodigiosas cantidades de comida: !hasta 55.000 calorías diarias!

 

 

8. ¿Cuál es la forma más tonta de engordar?

 

Lamer un sello. Dependiendo del tamaño, su pegamento puede proporcionar entre dos y ocho calorías.

 

 

9. ¿Es lo mismo el hambre que el apetito?

 

Aunque ambos términos se usan frecuentemente como si se tratase de lo mismo, el hambre y el apetito son cosas distintas. En la anorexia nerviosa, por ejemplo, hay un trastorno del apetito, no del hambre. Esta última es una sensación y un instinto -más o menos urgente- que advierte al individuo de la necesidad de comer, sin que preocupe excesivamente el tipo de comida que se busca.

 

Por el contrario, el apetito, que es más selectivo, podría definirse como una sensación que nos indica la necesidad de ingerir un alimento concreto. Aquí se incluyen desde los denominados antojos o caprichos hasta la extraña urgencia de llevarse a la boca un determinado nutriente -materiales dulces, salados y grasas-, como si nuestro cuerpo quisiera compensar su carencia.

 

Ambos impulsos están controlados por diversas áreas del cerebro conectadas por una vasta red de neuronas y una batería de neurotransmisores, unas sustancias que actúan de mensajeros cerebrales, como la serotonina, la dopamina y la noradrenalina.

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10. ¿Son las grasas imprescindibles para vivir?

 

No. A diferencia de los hidratos de carbono y las proteínas, el hombre no las necesita para su supercivencia excepto pequeñas cantidades de ciertos ácidos grasos esenciales.

 

 

Ahora bien, el hecho de que nuestras principales reservas energéticas se guarden en forma de grasas -o lípidos, como también se las conoce- y no, por ejemplo, de hidratos de carbono o glúcidos -el principal sustrato energético de nuestro organismo- obedece a sus magníficas propiedades. Entre ellas destaca su alto valor energético, pues los lípidos suministran nueve calorías por gramo es decir, más del doble que los glúcidos. Sin embargo, las calorías de estos últimos guardan un alto valor adelgazante, en el sentido de que aportan más masa alimenticia y sacian el apetito antes de haber devorado demasiadas calorías. Un estudio hecho en la Universidad de Colorado indica que las personas que siguen dietas ricas en carbohidratos pueden comer con más libertad sin ganar peso. No sucede igual con las grasas.

 

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Frente a otros componentes de la dieta, las grasas tienen la desventaja de que son más difíciles de absorber y posteriormente de metabolizar. Esto se ve compensado por su gran poder aislante del frío y porque, a la hora de almacenarse, ocupan menos espacio que, pongamos por caso, los glúcidos. Estos son tremendamente hidrófilos o sea, que absorben agua y su almacenaje comporta la acumulación paralela de líquido, cosa que no ocurre con los lípidos.

 

 

11. ¿Por qué nos gustan tanto?

 

Todos los alimentos ricos en grasas dejan un sabor y una sensación táctil especiales en la boca que los hacen casi irresistibles. Por otro lado, se ha detectado que hay personas que sienten una extraña atracción hacia las comidas con grasas. Algunos científicos postulan que esta pulsión podría deberse a la secreción en el cerebro de serotonina y otros neurotransmisores.

 

 

12. ¿Dónde se acumulan en el hombre y la mujer?

 

Los lípidos sobrantes no están distribuidos de modo uniforme en el organismo, sino que tienden a almacenarse en determinadas zonas, rompiendo la armonía corporal. La localización de estos depósitos sebosos guarda una estrecha relación con el sexo, y su aparición esta fuertemente ligada a las secreciones de hormonas sexuales. De hecho, los nutrólogos distinguen dos patrones generales: el ginoide o femenino, y el androide o masculino. En este último, los kilos de más se concentran en la barriga, dando origen a la popularmente llamada curva de la felicidad. Por el contrario, la obesidad de tipo ginoide se caracteriza por unas caderas y nalgas amplias, con relativamente poca grasa en la parte superior del cuerpo.

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13. ¿Cuánta grasa hay que ingerir?

 

En una dieta sana, la proporción de grasa no debe superar el 30% de la energía ingerida. Un adulto posee aproximadamente 100.000 millones de células adiposas que, en teoría, son capaces de aglutinar cientos de kilos de grasa.

 

 

14. ¿Por qué se recupera el peso perdido?

 

Las estadísticas hablan por sí solas: el 95% de las personas que han perdido kilos tras seguir un régimen de adelgazamiento, tarde o temprano, vuelven a recuperarlos. En la mayoría de los casos, por no decir en todos, el culpable no es el obeso, sino el propio régimen alimenticio, que no se ajusta o no satisface las necesidades del paciente. El fracaso de las dietas concebidas para obtener resultados beneficiosos a largo plazo ha sido reiterado hace poco por los nutrólogos participantes en una reunión organizada por los Institutos Nacionales de la Salud estadounidenses en Bethesda.

 

Pero aún hay más. Un estudio publicado el pasado mes de marzo por Jules Hirsch, de la Universidad Rockefeller de Nueva York, en la revista científica The New England Journal of Medicine, confirma que todas las personas, tanto gordas como flacas, ajustan el metabolismo de forma natural para mantener su propio peso. En un grupo formado por 41 voluntarios, Hirsch ha comprobado que, al adelgazar, nuestro organismo ralentiza el consumo de calorías hasta en un 15%, y lo acelera al engordar. “El cuerpo equilibra su metabolismo haciendo que sus músculos sean más o menos eficaces al quemar la energía”, dice Hirsch. Esto explicaría por qué a los gordos les cuesta tanto perder kilos, y, lo que resulta más sorprendente, ganarlos a los delgados.

 

 

15. ¿Son peligrosas las dietas yo-yo?

 

El seguimiento de un régimen de manera intermitente y prolongado no elimina los kilos de más, sino que puede tener el efecto contrario. Además, existe un debate abierto entre los especialistas acerca de si las variaciones de peso corporal provocadas por las dietas yo-yo -así se denominan- constituyen riesgos significativos para el organismo. Hay nutrólogos que afirman que los regímenes esporádicos aumentan el riesgo de sufrir trastornos metabólicos y coronarios, diabetes e incluso muerte prematura. Sin embargo, otros sostienen que, invariablemente, la pérdida de peso conlleva siempre un efecto beneficioso para la salud. Ahora bien, a falta de datos concluyentes, todos ellos recomiendan a las personas normales que intenten mantenerse en un peso estable y dentro de los límites saludables.

 

 

16. ¿Los regímenes severos reducen la capacidad intelectual?

 

Hay estudios que sostienen que las dietas estrictas pueden debilitar la capacidad de atención mental. En 1992, los profesores Peters Rogers y Michael Green, del Instituto de Investigación Alimenticia de Reading, en Inglaterra, demostraron con un grupo de voluntarios que los regímenes drásticos ocasionan pérdida de memoria y de agilidad cerebral.

 

 

17. ¿Adelgaza el ejercicio físico?

 

Se han llevado a cabo numerosos ensayos que verifican que la actividad física disminuye la cantidad total de grasa en el organismo, equilibra el metabolismo y podría aumentar el volumen de masa corporal magra. También contribuye a quemar de forma eficiente las calorías, pues su combustión puede perdurar varias horas después de haber finalizado el ejercicio.

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Aparte de las ventajas fisiológicas, la actividad física se asocia a una sensación de bienestar y de euforia, ya que dispara la síntesis de endorfinas cerebrales. Es un hecho constatado que el deporte ayuda a los obesos a mejorar el concepto de sí mismos.

 

 

18. ¿Es cierto que la natación engorda?

 

Qué duda cabe que la natación es un buen ejercicio. Ahora bien, si lo que se quiere es perder peso, tal vez no sea la mejor opción. Hace algunos años, Grant Gwinup, del Departamento de Endocrinología y Metabolismo de la Universidad de California en Irvine, Estados Unidos, observó en un grupo de mujeres que las que practicaban natación mostraban una clara tendencia a engordar, mientras que las que hacían footing o ciclismo, no. Esto puede deberse a que el nadar estimula el apetito. El agua fría hace que los nadadores quemen más energía calorífica que los demás deportistas. Esta pérdida podría quedar registrada en el hipotálamo, que daría las órdenes para almacenar grasa contra el frío.

 

 

19. ¿Hay alguna forma divertida de perder calorías?

 

Si, haciendo el amor. Durante una relación sexual, por ejemplo de 30 minutos, la mujer llega a quemar 150 calorías y el hombre 180. Otra forma placentera de desgastarse es bailando. En una hora, se pueden eliminar al ritmo de la música unas 500 calorías.

 

 

20. ¿Existe la píldora de la delgadez?

 

Son muchas las sustancias farmacológicas que han sido preconizadas como tratamiento alternativo de la obesidad, pero la realidad es que los nutrólogos no disponen de ninguna receta milagrosa. Atendiendo a su posible acción adelgazante, Eduardo Cuenca, del Departamento de Fisiología y Farmacología de la Universidad de Alcalá de Henares, en Madrid, resume en siete grupos los posibles fármacos adelgazantes. Son éstos:

 

1. Anoréxicos. Reducen o eliminan el apetito. Entre ellos destacan los neuropéptidos, como la colecistoquinina (CCK), y las anfetaminas y sustancias afines.

 

2. Compuestos que aumentan su volumen en agua. Provocar una sensación de plenitud y, por tanto, reducen la ingestión de alimentos.

 

3. Bloqueantes de la absorción intestinal. Incrementan la excreción de grasas por vía fecal.

 

4. Estimulantes metabólicos. Su empleo es muy discutido.

 

5. Movilizantes de grasas. Destaca la gonadotrofina coriónica humana. Su efecto es incierto.

 

6. Diuréticos. Eliminan agua y su uso no está justificado.

 

7. Extractos de órganos. De eficacia dudosa, son preparados a base de hipófisis, hipotálamo, corteza suprarrenal y páncreas.

 

 

21. ¿Se puede operar la obesidad?

 

Si sobrepasa en 45 kilos o dobla el peso ideal, le ha sido imposible adelgazar mediante los tratamientos médicos convencionales, es un glotón y, además, sufre hipertensión, diabetes, artritis u otro trastorno relacionado con la obesidad, usted es un firme candidato para someterse a una intervención quirúrgica para corregir su sobrepeso. “En la década de los 70, se hicieron muy populares las operaciones llamadas malabsortivas, un tipo de cirugía que consistía en acortar el intestino delgado con el fin de impedir la absorción de los alimentos. Esta práctica, ya abandonada, ha dejado paso a otras más modernas que actúan sobre el estómago”, dice Aniceto Baltasar, jefe del Servicio de Cirugía del Hospital Virgen de los Lirios, en Alcoy (Valencia), y uno de los mayores expertos a nivel mundial en cirugía de la obesidad.

 

La operación de gastroplastia o de grapado gástrico, que consiste en crear un estómago pequeño o reservorio, de unos 20 centimetros cúbicos de capacidad, y una estrechez a su salida, para ralentizar el vaciado, es la que se realiza con más frecuencia. “Hay al menos 14 formas de realizarla. Nosotros hemos utilizado en 145 pacientes dos variantes de la denominada gastroplastia vertical en banda, que es la preferida por todos por su sencillez y seguridad”. dice Baltasar. “Una de ellas, que es original nuestra, consiste en dividir el estómago y separar por completo de él el reservorio.”

 

La tendencia actual, sin embargo, es hacia las llamadas operaciones mixtas. “Lo que aquí hacemos -comenta Baltasar- es, por una parte, operar el estómago, para reducir la cantidad de comida ingerida, y, por otra, acortar el intestino, con el fin de reducir la superficie de absorción.”

 

 

22. ¿Celulitis es sinónimo de gordura?

 

No es lo mismo. La celulitis surge, entre otras causas, por una mala circulación venosa y linfática que se traduce en una acumulación local de líquidos, y no de grasas, como cree la mayoría de la gente. Mediante el masaje de drenaje linfático se puede reducir la denominada piel de naranja.

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23. ¿Ganamos peso al dejar de fumar?

 

En un estudio publicado en la revista especializada Medicina Clínica por Juan Luis Gutiérrez, del Ministerio de Sanidad y Consumo, y Fernando Rodríguez, del Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad Autónoma de Madrid, se pone de manifiesto que la frecuencia de la obesidad es algo menor entre los fumadores. Ello se debe a que la nicotina incrementa notablemente el gasto de energía.

 

Gutiérrez y Rodríguez también han observado que, aunque el dejar el tabaco provoca un aumento de peso, sobre todo en jóvenes y en personas delgadas, este efecto desaparece con el tiempo.

 

 

24. ¿Engorda el alcohol?

 

Aunque contiene siete calorías por gramo, el alcohol no engorda, pues la energía que aporta al organismo no es utilizable por las células. Ahora bien, las bebidas alcohólicas, como el vino, la cerveza y el brandy, incluyen azúcares y otras sustancias nutritivas que sí son metabolizadas.

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25. ¿Por qué somos incapaces de recuperar la línea?

 

Es evidente que los gordos tienen hiperfagia, es decir, una necesidad de ingesta superior a la media normal. Son muchos los expertos que han teorizado sobre las causas por las que los obesos sobrepasan las fronteras del peso ideal. Esta situación podría obedecer a alguno de estos motivos:

 

– Los obesos no son capaces de controlar su ingesta alimentaria y adecuar el consumo de calorías a sus necesidades energéticas.

 

– Cualquier estímulo, por insignificante que sea, provoca la ingestión desmedida de alimentos.

 

– Tras seguir un régimen estricto vuelven a comer sin control.

 

– No parece existir un trastorno psicológico específico que defina el carácter de los obesos.

 

– Son incapaces de controlar de forma espontánea su peso.

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Fuente: Muy Interesante, nº 168.

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